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Extracto:Mientras lo que se percibe sea una cosa y lo que dicen los datos duros sea otra muy distinta, la región está condenada a no avanzar
Las cifras de recuperación en Latinoamérica y el Caribe se estrellan con los discursos triunfalistas de la mayoría de sus líderes, quienes en los momentos más álgidos de la pandemia se empeñaron en desdeñar su peligrosidad e impacto económico y que ahora se presentan incluso como “ilustrados economistas” que predicen una recuperación profunda, que sólo existe en su mente.
Desde el norte del río bravo hasta la Patagonia, pasando por la región caribeña, las expectativas de una recuperación se manifiestan con júbilo, pero lamentablemente no corresponden a la realidad ya que si bien las economías tendrán un mejor año que el observado en 2020, el desarrollo y crecimiento que generacionalmente han prometido está lejos de ser realidad.
En general, Latinoamérica tendrá una recuperación de 4.3 por ciento para este año, nivel que resulta inferior a la caída de 7.4 por ciento observada en 2020; incluso para 2022 se espera una desaceleración del crecimiento a un nivel de 2.9 por ciento.
Las dos grandes economías de la región tienen un desempeño similar; por un lado, Brasil crecerá este año 3.6 por ciento luego de caer 4.5 por ciento el año pasado, se espera que en 2022 su repunte sea de sólo 2.6 por ciento. En el caso de México la proyección del PIB para este año sería de 4.3 por ciento frente al desplome de 8.5 por ciento registrado en 2020 y un avance de apenas 2.5 por ciento para el año inmediato.
Pero, quizás todo lo anterior no sea novedoso, es bien sabido que Latinoamérica siempre va a la zaga del desarrollo, lo que también se manifiesta en periodos de crisis y en las posteriores recuperaciones. Pero hay algo que ya es evidente, que parece ser la constante de casi todos los países y que bien podrían explicar lo que pasa casi siempre ahí.
Las cifras y los discursos se contraponen, una cosa es lo que se dice y otra lo que sucede en la realidad latinoamericana, por más que se trate de convencer de lo contrario.
Para no ir demasiado lejos utilicemos nuevamente el caso de las dos grandes economías de la región, la de Brasil y México.
En el primer caso, como señalamos, la economía crecerá este 2021 a razón de 3.6 por ciento. Además de ser una tasa insuficiente para la recuperación total, esa es la proyección de organismos serios como el Fondo Monetario Internacional (FMI), porque lo discursos gubernamentales hablan de un PIB de hasta 5 por ciento para este año, así como reducción de la pobreza y la desigualdad.
Nada más alejado de la realidad; el optimismo en el PIB podría llegar a consolidare si el resto del mundo “jala” con mayor fuerza, pero habar de que mágicamente se redujo la pobreza y la desigualdad es contraponer la dura realidad de las cifras dejadas por la pandemia, que señalan aumento en ambos indicadores.
Es el mismo caso de México, el discurso habla de un PIB cercano al 6 por ciento, así como el abatimiento de la desigualdad y de los niveles de pobreza. En este país hace unos días el organismo encargado precisamente de medir la pobreza y la desigualdad emitió algunas cifras actualizadas hasta el año pasado, no podrían ser más contrarias a lo que dice el discurso oficial.
Mientras en Latinoamérica los gobernantes vivan una realidad y las cifras económicas, así como los ciudadanos de “a pie” digan otra, la región permanecerá en el atraso. Es lógico, ¿cómo avanzar si lo que se percibe entre quienes están encargados de diseñar la estrategia es justamente lo contrario a lo que vive la gente común?
No es una novedad que Latinoamérica esté rezagada, pero no hay visos de que haya un cambio generacional que permita abatir este atraso económico. Mientras hace décadas se hablaba de los Tigres asiáticos, en el mundo se sigue hablando del subdesarrollo latinoamericano.
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