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Extracto:La mayoría de los analistas del mundo coinciden en la expectativa
La inflación ha resucitado, ya es más que evidente. Lo peor es que esto
podría ser el comienzo de una nueva era para la evolución de los precios.
Más allá del ruido que están generando las elevadas tasas de variación de los índices de Precios al Consumidor (IPC) estos meses, en gran parte por factores transitorios, el hecho es que los países desarrollados podrían estar dando inicio a un cambio de era que dé a luz a una inflación estructural más alta que la de los últimos años.
Es así como la transición energética, el giro hacia unas cadenas de suministro más resilientes y más cercanas al consumidor final, un trasporte por mar estructuralmente más caro o la transición demográfica tienen el potencial para presionar al alza de forma sostenida a la inflación.
Y en este sentido la pregunta es ¿qué pasa ahora?, hasta esta parte de 2021 se ha podido ver un fuerte auge de los precios, que además no ha tocado techo según se desprende de los índices de precios al productor y de las encuestas a los diferentes sectores de la economía.
Los bancos centrales llevan meses pregonando un discurso que es cada vez más cuestionado: esta inflación es transitoria y en 2022 el problema volverá a ser una dificultad para alcanzar objetivos.
Durante meses el consenso del mercado también ha sido que la inflación sería un fenómeno temporal.
Ahora, poco a poco se va a estableciendo una nueva narrativa que habla de una posible reestructuración o una nueva era para la inflación.
No se prevé una inflación con tasas constantemente por encima del 5% en el caso de Estados Unidos (último dato), pero sí variaciones que podrían encontrarse entre el 2 y el 4%.
¿Cuáles factores impulsarán la inflación?
La transición energética encarecerá la electricidad, la gasolina, etc, durante un tiempo, la escasez cada vez más profunda de algunos perfiles de trabajadores presionará al alza los salarios en varias ramas de actividad, un proceso de cierta desglobalización o una mayor regulación y control de las cadenas alimentarias pueden presionar al alza los precios de forma duradera.
Así, vemos una serie de factores nada despreciables que presentan el potencial suficiente para que la inflación entre en una nueva era en la que los precios se sitúen en un nivel más elevado de forma estructural.
Algunos consideran que un cambio a un nuevo régimen con una inflación mucho más alta y más volátil es una posibilidad que no puede ignorarse. Si la pandemia desencadena efectos duraderos en el proceso de generación de inflación, un resultado más plausible es una nueva era de inflación algo más alta que la de la última década, dentro del actual régimen de metas de inflación de los bancos centrales.
La propia banca central está cambiando su estrategia para dar mayor flexibilidad.
Es muy claro que muchos de los factores que han presionado a la baja la inflación como globalización, demografía, competencia, China, etc, durante la última década, podrían empezar a desvanecerse, aunque otros se mantienen en pie como la digitalización.
Para otros economistas, es posible que la desglobalización, el proteccionismo y la regionalización de las cadenas de suministro podrían hacer subir los niveles de precios.
Otro factor que puede modificar el comportamiento de los precios es la transición energética. Hasta ahora, la apuesta por las energías verdes y la criminalización de las energías fósiles está retrasando el ciclo de inversión de las petroleras, generando un desajuste entre oferta y demanda que está conduciendo al petróleo a máximos de los últimos años. Es así como varios expertos creen que algunos minerales como el cobre, níquel, litio, estaño y cobalto, así como los combustibles fósiles como el petróleo pueden generar una mayor inflación.
El impulso para descarbonizar también ha afectado a la inversión en combustibles fósiles porque las empresas están bajo presión y están manteniendo las inversiones en combustibles fósiles bajo control.
Hay algo más; el FMI avisa de que la subida de precios de los alimentos solo acaba de empezar para los consumidores.
Sus expertos no creen que la holgura (capacidad excedente de trabajadores) del mercado laboral frene esta vez las presiones inflacionarias como sucedió después de la Gran Recesión de 2007.
Así, creen que los desequilibrios entre la oferta y la demanda de trabajo se traducirán en aumentos de precios en una variedad de bienes y servicios. Los aumentos de precios impulsados por estas fuerzas tienden a ser persistentes.
Es así como los bancos centrales están flexibilizando sus objetivos de inflación con el objetivo de permitir que los precios rebasen el 2% durante un tiempo, poniendo el foco más en la tendencia de largo plazo.
Frente a todo esto el escenario base para los próximos cinco años puede caracterizarse como el inicio de una tercera era en la inflación que se encuentra esencialmente a medio camino entre las dos épocas anteriores. Por lo general, se espera que la inflación sea más alta que en la era posterior a la crisis financiera de 2007, pero se mantendrá un poco más baja que la observada desde mediados de la década de 1990 hasta 2008.
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