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Extracto:El electorado quiere un cambio, lo pide a gritos y espera un presidente más sensible a los nuevos retos del siglo
Gabriel Boric fue uno de los líderes de la generación que puso en jaque al actual gobierno junto con decenas de dirigentes del movimiento estudiantil de 2011; estos mismos hoy son protagonista en todas las esferas de la política nacional.
Esto significa un cambio acorde a los tiempos actuales y que después de meses turbulentos, parece retomar el cauce coherente de una sociedad que pidió cambios en las calles y se atrevió a refrendarlo en las urnas.
El domingo pasado parecía imposible que no se cumpliera la tendencia histórica en que el candidato más votado durante la primera vuelta, en este caso José Antonio Kast con el 28% de los votos, ganara también el voto final.
Si bien se esperaba una segunda vuelta estrecha, la sorpresa fue mayúscula cuando se supo que el candidato de la izquierda, no solo se convertiría con 35 años en el presidente más joven en la historia de Chile, sino que además sería el más votado con 55.8% de los sufragios, lo que equivale a 11.8 puntos porcentuales de ventaja.
Ya una vez inscrito, Boric tuvo que comenzar a combatir una guerra sucia enmarcada en golpes bajos, ninguneos y sobre desinformación que no hicieron más que profundizar la sensación de que se trataba de una elección polarizada, aun cuando el programa del candidato de la izquierda ha sido calificado como socialdemócrata por especialistas y analistas.
Incluso durante el último debate presidencial por la televisión, a gran parte de las ideas enunciadas por el ahora presidente electo, su contrincante respondió con un ataque personal en su contra.
“Que la esperanza le gane al miedo”, repetía Boric, convirtiendo la frase en un lema que luego la expresidenta Michelle Bachelet repitió en un guiño claro de respaldo.
Así, lo de la noche del domingo 19 de diciembre marca un precedente y es una muestra de lo que puede conseguir la izquierda, a menudo fragmentada y con ausencia de proyectos comunes, cuando se une pese a sus diferencias.
De este modo, pese al cambio de estrategia que asumió el comando de Boric a la mañana siguiente de la primera vuelta, los liderazgos de mujeres como Izkia Siches, expresidenta del Colegio Médico, o el respaldo de la expresidenta Bachelet; el compromiso político de partidos de la ex Concertación que se pusieron a disposición, e incluso el llamado de jóvenes que en otras ocasiones alentaron a boicotear las elecciones, resultó imponerse como una defensa organizada del bien común y del sentido republicano, los cuales siempre han caracterizado a las elecciones populares chilenas y cobran mayor sentido luego de dos años de crisis social y política.
Medios chilenos señalaron que la defensa por la democracia estuvo presente también en cada ciudadano o ciudadana que salió en sus propios autos para revertir la ausencia de transporte público, trasladando a vecinos y peatones que esperaban ejercer su voto y que por una mala organización del gobierno (que tarde o temprano tendrá que salir a dar explicaciones), no consiguieron subirse al autobús, permaneciendo incluso horas en los paraderos atestados de gente.
Al final del día, cuando más de la mitad de las mesas se habían contabilizado, la gente comenzó a llenar la Alameda en Santiago.
Más tarde, caminando entre el público y saltando una barrera, Gabriel Boric Font subió al escenario para pronunciar un discurso emotivo, con un ligero cambio en su tono de voz, más pausado y maduro.
De este modo, en esta escena se reflejaba por completo su épica, la que radica en una nueva forma de hacer las cosas: un presidente joven, que reconoció errores, pidió disculpas y se mostró vulnerable para poner sobre la mesa temas tan importantes como la salud mental.
Este 19 de diciembre no ganó solo un pacto político, sino toda una generación que venció traumas, mientras el electorado volvió a mandar un mensaje contundente, está harta de los políticos de siempre y pide a una nueva generación cambiar las cosas para dar mejores resultados, ese será el gran reto.
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