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Extracto:¿Conoces lo que es la aversión al riesgo? Su definición la podemos establecer como la preferencia que tiene un inversor para evitar (rechazar) el riesgo en su inversión ante la posibilidad de sufrir pérdidas. Pero veámoslo mejor con un ejemplo:
Pongamos que te ofrecen participar en un juego que consiste en tirar una moneda. Debes escoger antes cara o cruz; si sale la opción que has escogido, ganas 120 Euros, pero si no sale tu opción, pierdes 100 Euros. Puedes jugar tantas veces como quieras e incluso poner a jugar una máquina por ti y hacerlo de forma ilimitada. ¿Jugarías? Lo más probable es que, tal como hace la mayoría, decidas no jugar.
Imaginemos que ahora te ofrecen jugar al mismo juego y te dan 200 Euros por ganar, en vez de 120 Euros, como antes. En ese caso, lo más probable es que ahora sí decidas jugar, como lo hace la mayoría.
¿Qué es la aversión al riesgo?Si pensamos detenidamente en la primera opción del juego, veremos que es totalmente irracional no jugar a él. Reflexionemos un momento:
Todos sabemos que la probabilidad de que salga cara o cruz en una moneda no trucada es del 50%. Por lo tanto, la probabilidad de ganar y de perder es del 50%.
Si ganamos 120€ cuando sale nuestra elección y perdemos 100€ cuando no, estamos renunciando a una ganancia «segura» de 10€ a largo plazo (120*50%) – (100*50%) = 60€ – 50€ = 10€.
Ganar 10€ sobre 100€ que “invertimos” en el juego, o que ponemos en riesgo cada vez, supone una rentabilidad implícita del 10%. Puede que tuviéramos que poner algo más en riesgo en caso de perder varias veces seguidas, pero está claro que, si dejamos de jugar, estaríamos renunciando a una muy buena rentabilidad.
Por lo tanto, es totalmente irracional no “jugar”. Si esta propuesta fuera real, no tendría ningún sentido esperar a jugar hasta tener una oferta del doble
El jugador únicamente debería centrarse en temas operativos, como asegurarse de que no se esté realizando ningún tipo de trampa, e intentar hacerlo el mayor número de veces posible para permitir que la ley de probabilidades se cumpla.
¿Por qué la mayoría de jugadores renuncian al juego propuesto? El motivo es una combinación de dos factores.
En primer lugar en nuestra psique tenemos una tendencia natural a evitar el riesgo. Dicho de otra forma, tenemos por naturaleza aversión al riesgo y, para vencerla, nos tienen que ofrecer una posible ganancia del doble (200€ de ganancias frente a 100€ de pérdida).
La aversión al riesgo significa que nuestros sentimientos hacia las ganancias y las pérdidas no son simétricos, es decir, el dolor que nos causa una pérdida no se compensa con el placer que nos causa una ganancia de la misma magnitud. Rechazamos la posibilidad de obtener ganancias si nos generan un riesgo de tener pérdidas. Solo la aceptamos si la ganancia esperada es exageradamente alta.
En segundo lugar, muchas veces no reflexionamos ante problemas que necesitan una mínima concentración para encontrar la respuesta correcta. En el apartado anterior, hemos resumido en 3 puntos lo que podría ser el análisis al problema inherente al juego propuesto. Estos 3 puntos pueden requerir unos minutos de reflexión, que muchas veces no nos tomamos para decidir. El problema es que esto ocurre a menudo en muchas de nuestras decisiones financieras.
La razón final por la que no nos tomamos nuestro tiempo es porque está demostrado que podemos llegar a tomar decisiones con dos tipos de “sistemas” diferentes en nuestro cerebro.
Tenemos un sistema “rápido” ¹ de tomar decisiones que simplifica las cosas y no analiza en profundidad. Este sistema rápido es el que nos permite hacer varias cosas a la vez, por ejemplo, conducir (sistema rápido) y mantener a la vez una conversación con un pasajero (que exige más esfuerzo de nuestro cerebro).
Pues lo que ocurre en la práctica, es que de forma totalmente incomprensible tomamos muchas decisiones financieras con el sistema rápido de nuestro cerebro mientras que muchas de nuestras decisiones financieras exigirían unos minutos de reflexión.
Si analizamos los cálculos y el razonamiento en los puntos 1 a 3, son de fácil solución para cualquier estudiante de bachillerato. Lo que ocurre, es que nuestra mente tiende a evitar esfuerzos especialmente para aquello que no estamos dotados o nos produce pereza. Y esto ocurre a menudo con los temas financieros.
Por lo tanto, tenemos tendencia a tomar importantes decisiones financieras con el “sistema rápido” de nuestro cerebro y a tomar atajos, y es entonces cuando actúan nuestras debilidades psíquicas y nuestros sesgos.
¿Cuáles son las consecuencias de la aversión al riesgo?Debido a la aversión al riesgo, muchos inversores pueden tener tendencia a no querer correr ningún riesgo. Esto puede llevar a un riesgo mayor como el de no obtener una rentabilidad razonable por sus ahorros. Esto es así, ya que en la mayoría de los mercados es necesario asumir un mínimo riesgo para superar la inflación.
Otra consecuencia de la aversión al riesgo en muchos inversores es el de mantener posiciones (que pueden ser ineficientes) por el simple hecho de tener pérdidas. Es decir, esperarse a vender hasta que recuperamos la inversión inicial aun sabiendo que el activo que compramos puede no ser el mejor.
Por el contrario, el mismo inversor con un sentimiento fuerte de aversión al riesgo puede tender a vender demasiado pronto las posiciones ganadoras para asegurarse la ganancia y/o no correr el riesgo de que esa ganancia se revierta y se convierta en una pérdida.
Imaginemos un inversor que compra en el año 2000 1 acción de la compañía de A y 1 acción de la compañía B. En 2005, la compañía A ha multiplicado por 2 su valor y además tiene unas perspectivas súper positivas mientras que la compañía B ha reducido a la mitad su valor y además tiene unas perspectivas muy negativas. Es muy probable, que el inversor deshaga las posiciones en la compañía A (porque gana y quiere asegurar esa ganancia) y a la vez mantenga la compañía B en su cartera, ya que su aversión a la pérdida le hace evitar ver un número negativo entre valor de compra y de venta de esa posición específica.
Seguramente, si las perspectivas son correctas en 5 años más haya dejado de ganar una cantidad importante en la compañía A a la vez que probablemente en la compañía B no haya recuperado su inversión y pierda más. Es decir, su aversión al riesgo le hace tomar una decisión totalmente incoherente e irracional con la información que tiene a su alcance.
Si resumimos este efecto en una frase, veremos la total irracionalidad de la frase que debería escribir el inversor tipo en su manual sobre cómo invertir: “estoy dispuesto a conservar mucho tiempo las malas inversiones mientras que estoy dispuesto a desprenderme de las buenas inversiones antes de tiempo” (para dejar mi psique tranquila con mi aversión al riesgo).
Un buen inversor debería escribir en su manual todo lo contrario.
¿Qué son las finanzas del comportamiento?Desde hace varios años, los expertos en finanzas se han fijado cada vez más que para entender el comportamiento del inversor, más allá de entender el comportamiento de los mercados, había que estudiar cómo los inversores toman las decisiones. Es por ello, que las “finanzas del comportamiento” han adquirido cada vez más relevancia.
El “Behavioral finance” es la ciencia que se dedica a este análisis. Behavioral Finance puede tener varias traducciones, desde finanzas del comportamiento, psicología de los inversores o finanzas conductuales. En definitiva, se trata de analizar cuál es el comportamiento del inversor en finanzas o la psicología del comportamiento financiero.
Esta necesidad se ha hecho evidente al observar la evolución de la historia de los mercados, donde igual que se producen momentos de euforia desbordante también se producen momentos de pánico generalizado e inesperado, que solo pueden ser fruto de un determinado comportamiento que merece un profundo estudio.
Este comportamiento que se percibe a menudo como irracional está justificado por nuestros sesgos y la estructura de los sistemas con los que tomamos decisiones.
Un inversor debe conocer que puede estar sometido a estos sesgos. Además debe intentar dominarlos o simplemente ponerse en manos de un buen asesor que le evite cometer errores.
Una cartera bien diversificada, con un horizonte a largo plazo, con un plan bien definido y sistemático puede ser una buena solución para evitar estos emocionales y cognitivos sesgos que nos dominan.
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