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Extracto:No hay todavía una solución definitiva contra el Covid-19; los riesgos globales se mantienen
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la región de África subsahariana está inmersa en una tercera ola de infecciones de COVID-19 que amenaza con ser aún más desoladora y letal que las dos anteriores.
Lo anterior significa más de una peligrosa divergencia en la economía mundial. Por un lado, las recuperaciones vigorosas se están afianzando en los países que cuentan con buen acceso a las vacunas. Pero por otro lado tenemos los países que aún están a la espera y que corren el riesgo de quedar más rezagados.
En este momento, el aumento de las infecciones en la región es el más rápido del mundo y sigue una trayectoria explosiva que está superando el récord alcanzado en la segunda ola.
A este ritmo, la nueva ola rebasara los máximos anteriores en cuestión de días, y en algunos países las infecciones ya se sitúan en más del doble o incluso el triple de lons niveles registradas en enero pasado.
La última variante (delta), que según informes es un 60% más transmisible que las anteriores, ha sido detectada en 14 países.
Cuando estalló la pandemia, la rápida reacción de las autoridades africanas ayudó a prevenir las tasas de infección observadas en otras partes del mundo.
Pero esa primera ola ya llevó a los sistemas nacionales de salud al borde del colapso. Apenas seis meses después de la crisis inicial, la región sufrió una segunda ola que superó rápidamente la incidencia y la velocidad de contagio de la primera. Ahora, seis meses más tarde, África subsahariana sufre una tercera ola devastadora.
La única forma de que la región pueda romper este círculo vicioso de la pandemia es poniendo en marcha sin demora un amplio programa de vacunación.
Una región muy vulnerable
La simple velocidad de esta tercera ola pone de manifiesto lo difícil que es para las autoridades de África subsahariana atajar una crisis una vez que ya está en curso.
En Namibia, por ejemplo, los casos nuevos igualaron el máximo alcanzado en enero en solo dos semanas, y se triplicaron dos semanas después.
Para muchos países, el momento en el que se identifica un nuevo repunte ya puede ser demasiado tarde.
Por otra parte, las opciones empleadas en las olas anteriores posiblemente ya no sean viables. La reintroducción de medidas de confinamiento probablemente tendría un costo económico y social demasiado alto, y es sencillamente insostenible e imposible hacerlo por períodos prolongados.
En retrospectiva, la mayoría de los países de África subsahariana llegaron a la segunda ola en una situación económica más complicada que en la primera; con cada vez menos recursos fiscales para proteger a la población vulnerable, millones de personas más sumidas en la pobreza y hogares con recursos económicos agotados.
Si bien algunos países han adoptado medidas para estar mejor preparados, lamentablemente muy pocos han contado con suficientes recursos, o tiempo, para afianzar sus sistemas de salud pública.
Y ahora, la magnitud de la ola actual vuelve a amenazar con agobiar a los sistemas nacionales de salud.
De toda la región llegan noticias de hospitales desbordados. Los enfermos están muriendo a la espera de una cama. Las cirugías que no son de emergencia se cancelan para preservar espacio para pacientes de COVID-19.
Y los hospitales militares han sido habilitados para uso civil. El oxígeno se ha convertido en un grave cuello de botella, y ya no hay suficiente para satisfacer la demanda de los pacientes en estado crítico. Los escasos trabajadores de la salud de la región siguen en situación de riesgo.
Los riesgos de dejar a África a la zaga
La distribución de vacunas en África subsahariana sigue siendo la más lenta del mundo. Menos de 1 de cada 100 adultos han recibido la vacunación completa, frente a un promedio de más de 30 en las economías más avanzadas.
Esto significa que incluso la mayoría de los trabajadores esenciales de primera línea continúan haciendo su labor sin la debida protección.
En este contexto, algunos de los países más afortunados del mundo tienen reservas suficientes de para vacunar varias veces a su población.
En el futuro cercano, sin una asistencia internacional inicial considerable, y sin una iniciativa de vacunación eficaz en toda la región, África subsahariana sufrirá olas de infección sucesivas que causarán cada vez más estragos en las vidas y los medios de subsistencia de los más vulnerables.
Y al mismo tiempo, paralizarán la inversión, la productividad y el crecimiento. En suma, sin ayuda, la región corre riesgo de quedar cada vez más rezagada.
Además, cuanto más tiempo se permita que la pandemia se cebe en África, más probable será que aparezcan variantes cada vez más peligrosas de la enfermedad.
La vacunación no es solo un tema de las vidas y medios de subsistencia a escala local. Es también un bien público global. Para todos los países, en todas partes, el esfuerzo de vacunación más perdurable es el que abarque a todos, en todos los países.
¿Qué lecciones deja al mundo?
El caso de África Subsahariana es indicativo de lo que los expertos han dicho en torno al virus y la economía: “Nadie está a salvo hasta que no estemos todos a salvo”. África Subsahariana parece muy lejos del mundo, pero no lo está, no en estos tiempos de interconexión.
Mientras el virus no sea erradicado, o por lo menos controlado con la vacunación universal, la economía del planeta seguirá en riesgo. Nada ni nadie garantiza que lo que hoy registramos en una región tan lejana como África Subsahariana, no sea el inicio de una nueva crisis que se disperse por todo el planeta. El virus sigue causando problemas a la economía del mundo y la recuperación es lenta, muy lenta todavía. Pero sobre todo divergente.
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