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Extracto:El proceso que empieza el martes en la Cámara alta se centrará en una experiencia que los senadores vivieron de cerca: el asalto al Capitolio que según la acusación fue incitado por el republicano
Mucho en la presidencia de Donald Trump ha sido excepcional, pero quizá nada lo sea tanto como el hecho de que, estando ya fuera de la Casa Blanca, este martes se convertirá en el primer presidente de la historia en ser juzgado dos veces en el Senado por “delitos y faltas graves”. Un mes después de que una multitud de sus seguidores asaltara el Capitolio, la misma noble Cámara alta donde se hicieron fuertes los sublevados se erigirá en Tribunal que habrá de decidir si el ya expresidente “incitó a la violencia contra el Estado”, como defiende el artículo del impeachment aprobado por la Cámara de Representantes.
El juicio del primer impeachment a Trump, en el que el 5 de febrero de 2020 salió absuelto de los dos artículos presentados (abuso de poder y obstrucción al Congreso), se basó en evidencias obtenidas a lo largo de meses de investigación por la Cámara baja, sobre una llamada telefónica entre el presidente y su homólogo ucranio, así como reuniones privadas posteriores. En contraste con aquella investigación larga y complicada, el segundo impeachment se basa casi por completo en una experiencia que muchos de los senadores que ejercerán de miembros del jurado vivieron muy de cerca. “Incitada por el presidente, una multitud irrumpió en el Capitolio, hirió a personal de las fuerzas de seguridad, amenazó a miembros del Congreso y al vicepresidente, interfirió en el deber constitucional solemne de la Sesión Conjunta [de las dos cámaras del Congreso] de certificar el resultado electoral y realizó actos violentos, mortales, destructivos y sediciosos”, dice el artículo del impeachment.
Los congresistas demócratas, así como algunos republicanos, creen que Trump incitó la insurrección y debe pagar por ello, si no con la destitución de un puesto que ya no ocupa, sí al menos con el estigma de la solemne reprimenda y, si los legisladores lo aprobaran en otra votación una vez hallado culpable, con la prohibición de volver a concurrir a la presidencia. El 13 de enero la Cámara de Representantes aprobó el segundo impeachment de Trump por el cargo único de “incitación a la insurrección”. El 25 de enero remitían el artículo del impeachment a la Cámara alta, lo que activa la segunda parte del proceso: el juicio en el Senado, que arranca este martes.
El artículo enviado por la Cámara de Representantes al Senado construye su argumento en un texto breve (82 líneas). Primero, señala que, “en los meses previos” al asalto, el presidente “repetidamente realizó afirmaciones falsas asegurando que los resultados de las elecciones fueron producto de un fraude generalizado y no deberían ser aceptados por el pueblo estadounidense ni certificados por las autoridades”. En segundo lugar, argumenta que Trump “deliberadamente realizó declaraciones que animaron -y previsiblemente resultaron en- la acción inminente e ilegal en el Capitolio”. Por último, los congresistas recuerdan que Trump realizó acciones concretas para tratar de revertir su derrota. Mencionan expresamente la llamada al secretario de Estado de Georgia en la que le pedía que encontrara los suficientes votos para proclamarlo ganador.
Así, los hechos que se juzgarán en el Senado se centrarán en buena medida en la jornada del 6 de enero, pero abarcarán también los 77 días anteriores, desde que el presidente Donald Trump perdió la reelección por un margen de más de siete millones de papeletas y 74 votos en el Colegio Electoral. Trump no admitió su derrota y pasó los siguientes dos meses difundiendo teorías conspiratorias sobre fraude electoral. Entre el 3 de noviembre, día de las elecciones, y el 6 de enero, fecha en la que sus seguidores asaltaron el Capitolio, el todavía presidente y su equipo interpusieron 62 demandas ante los tribunales para tratar de invalidar el voto en Estados en los que perdió. Fracasaron todos los casos, menos uno, en el que un tribunal de Pensilvania accedió a acortar tres días el plazo que tiene los votantes para corregir errores formales en sus votos, sin repercusión alguna en el resultado.
El 6 de enero se celebró en Washington una manifestación con el lema de “detengamos el robo”. Trump había preparado un evento ante la Casa Blanca al que invitó a los manifestantes, muchos de ellos armados, y desde un escenario les dedicó un discurso de casi dos horas en el que les incitó a marchar hacia el Capitolio, prometiéndoles que él mismo iría con ellos. Las palabras de Trump ese mediodía serán claves en el juicio. “Vamos a tener a alguien ahí dentro [en la Casa Blanca] que no debería estar ahí, y nuestro país va a ser destruido”, les dijo. “Debéis pelear como el demonio, si no peleáis como el demonio no tendréis ya un país”; “nunca recuperaréis el país siendo débiles”; “no vamos a tragar más, detendremos el robo”; “vamos a marchar por la avenida de Pensilvania y vamos al Capitolio”.
Parte de la multitud se tomó sus arengas de manera literal y, nada más concluir el discurso, procedió a marchar hacia el Congreso. Venció la resistencia de la escasamente preparada policía del Capitolio e irrumpió en el edificio. Una vez dentro, unos se dedicaron a vandalizar y a hacerse selfis, otros buscaron al vicepresidente Mike Pence y a miembros destacados del Congreso, señalados todos ellos por el presidente, para tratar de convencerlos de que declararan a Trump ganador de una elección que perdió. Cinco personas fallecieron, incluido un agente de policía del Capitolio, golpeado hasta la muerte con un extintor.
Además de lo acontecido en el interior del Capitolio, saldrá probablemente a relucir en el juicio lo que sucedía al mismo tiempo al otro extremo de la avenida de Pensilvania. En la Casa Blanca, el presidente Trump lo veía todo en directo por televisión, sin hacer nada para detener el ataque. Le acusan de rechazar las solicitudes de desplegar a la Guardia Nacional. Finalmente, mientras los asaltantes estaban en el edificio, difundió un vídeo en el que insistía en las acusaciones de fraude electoral y les decía a los asaltantes: “Os quiero, pero es hora de irse”. Todo ello lleva a los llamados gestores del impeachment, los miembros de la Cámara baja designados para ejercer de acusación en el juicio del Senado, a concluir que Trump es “responsable de manera singular” de los eventos del 6 de enero. Así lo establecen en su memorando para el juicio, que concluye: “Si provocar una revuelta insurreccional contra la Sesión Conjunta del Congreso tras perder una elección no es una ofensa merecedora de impeachment, es difícil imaginar qué lo puede ser”.
La defensa, centrada en la forma
La defensa de Trump en el juicio tiene previsto centrarse en buena medida en “objeciones procedimentales”. Argumentarán, según ha adelantado uno de los abogados a Reuters, que un expresidente no puede enfrentarse a un juicio por su impeachment una vez fuera del cargo. “Planeamos ganar el caso gracias a un puñado de objeciones procedimentales”, explicó a Reuters el letrado Bruce Castor, que considera que el juicio es “inconstitucional”. La línea de defensa se ajusta al parecer expresado por los senadores republicanos, que abrumadoramente consideran que la Cámara alta carece de competencias para juzgar a Trump una vez fuera de la presidencia. Para que sea declarado culpable, sería necesaria una mayoría cualificada de 67 de los 100 votos de la Cámara. Esta se encuentra dividida 50 a 50, de modo que haría falta el voto de 17 senadores republicanos para condenar a Trump.
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