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Extracto:En un mitin en Alamo (Texas), el presidente dijo que la libertad de expresión está en riesgo y presionó a Biden para que no deshaga sus políticas migratorias
Con Washington sumido en una de las peores crisis de la historia reciente y a punto de convertirse en el primer presidente en ser sometido a dos impeachment, el presidente Donald Trump ha viajado este martes a la frontera con México para presumir de las obras de ampliación del muro y se ha defendido ante los intentos de los demócratas de destituirlo a través de un juicio político. Trump ser refirió al proceso opositor como la “mayor caza de brujas de la historia” del país “que está causando tremenda ira, división y dolor”. “Es algo más grande de lo que cualquiera podría entender, lo que es muy peligroso para Estados Unidos, especialmente ahora”.
La visita de Trump a la frontera es la primera salida oficial de la Casa Blanca desde el asalto al Congreso por parte de sus seguidores, muchos de ellos pertenecientes a grupos supremacistas blancos llegados de todo el país. Con los demócratas en Washington instando al vicepresidente a invocar la enmienda 25ª para destituir al mandatario o que se ponga en marcha un segundo impeachment en su contra, esta vez por “incitación a la insurrección”, Trump ha cargado contra sus rivales políticos. “La enmienda 25ª no supone un riesgo para mí, pero podría volvérsele en contra a Joe Biden. Como dice el dicho: ten cuidado con lo que deseas”, advirtió. Además, ha asegurado que la libertad de expresión está en riesgo.
Pasadas las 2 de la tarde, el presidente ha llegado a un tramo fronterizo en Alamo, en el sector del Valle del Río Grande, en el sur de Texas, la zona por donde más indocumentados entran a Estados Unidos. En una orilla del río que divide buena parte de los 3.100 kilómetros que separan ese país con México, le esperaba un trecho de valla de barrotes negros de varios metros de ancho y una enorme bandera de Estados Unidos, configurado como si fuera un set de película. Allí ha presumido como “uno de los proyectos más grandes de infraestructura de la historia de Estados Unidos”, los más de 720 kilómetros de muro construido con México. “Decían que no se podía y lo hicimos”, ha dicho el mandatario ante un reducido grupo de personas, entre los que se encontraban numerosos agentes de seguridad fronteriza. Sin embargo, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), la mayor parte de valla construida es en sustitución de barreras antiguas que se habían deteriorado.
El presidente también ha asegurado haber dado golpes a los carteles del narcotráfico y los coyotes y de “restaurar la ley” en la frontera y ha dicho que, si la administración de Joe Biden decide desmantelar sus políticas, como ha prometido, esos grupos se beneficiarán de ello. “En este momento, los criminales y coyotes se preparan para cruzar la frontera mientras la policía se muestra vulnerable. Nosotros entendimos la importancia de la seguridad nacional. La población hispana también entiende esto, no por algo gané en este Estado con amplia ventaja”, ha dicho. En su discurso, el mandatario ha aprovechado para mostrar su agradecimiento al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a quien ha definido como “un gran hombre y un gran amigo” que, con el despliegue de la Guardia Nacional, ayudó a reducir los flujos migratorios que llegan a Estados Unidos.
Rosie Elizabeth, de 18 años, espera la llegada de la caravana presidencial en una carretera aledaña al aeropuerto de McAllen el 12 de enero.
Desde primera hora de la mañana, cientos de seguidores del mandatario se concentraron en los costados de las carreteras por donde se esperaba que transitase la caravana presidencial, armados con banderas y parafernalia de Trump. En una gasolinera cerca del aeropuerto de McAllen estaba Rosie Elizabeth, una joven de 18 años que en noviembre votó por primera vez en su vida por el presidente saliente y que comparte su discurso sobre la libertad de expresión. “Nos quieren quitar la libertad y la democracia, nos están quitando las voces en Facebook, pero no nos van a silenciar”, dice. Y se queja de que la red social TikTok le bloqueó un video en el que denunciaba fraude en las elecciones, una denuncia en la que ha insistido el mandatario desde los comicios que ganó Biden, pero que no ha logrado demostrar.
Cerca de ella, Jonathan Olivares, un hombre de origen mexicano que lleva 20 años viviendo en el Valle del Río Bravo, esperaba en la valla la llegada del presidente con una camiseta, una bandera y la gorra roja en honor al presidente, “el único” en ir dos veces a esa zona de la frontera, dice. “Mucha gente no sabe lo que pasa aquí”, afirma al mencionar el peligro de los coyotes que trafican con migrantes o el narcotráfico.
Para Trump, el muro es un logro de su mandato, pero no ha conseguido que este sea tan alto ni tan largo como quería y México no ha pagado por él, uno de sus lemas de la campaña de 2016. Los datos muestran que su presidencia sí que ha conseguido frenar el flujo migratorio, que rompió récords en 2019 con la llegada masiva de familias centroamericanas que huían de la violencia, la pobreza, la falta de oportunidades y los efectos del cambio climático. Pero no lo ha hecho con barreras físicas, sino con una red de acciones ejecutivas, órdenes administrativas y acuerdos con terceros países. También con unas políticas migratorias marcadas por la crueldad con el objetivo de disuadir a los migrantes de emprender el camino al norte, como la separación de niños de sus padres en la frontera o el envío de solicitantes de asilo a ciudades peligrosas de la frontera norte mexicana, y con las que el presidente electo Joe Biden ha prometido acabar.
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